La dimensión género pertenece al ámbito de los factores socioculturales. Si bien, merece una mención aparte. Irene López Méndez y Beatriz Sierra Medina en Integrando el análisis de género en el desarrollo señalan la perspectiva de género como fundamental en la puesta en marcha del proyecto de desarrollo para asegurarse de que se tiene en cuenta que:
1.Dado que la pobreza se experimenta de forma diferente entre hombres y mujeres, las prioridades y necesidades no tienen por qué ser las mismas.
2.Incorpora los obstáculos de participación de las mujeres y las medidas para superarlos.
3.Se definen los problemas y necesidades desde las dos perspectivas.
4.Se formula el proyecto de acuerdo con las posibilidades y circunstancias, tanto de hombres como de mujeres.
Las mujeres y hombres frecuentemente desempeñan tareas y roles muy diferentes en determinadas sociedades. Norad divide en tres los papeles de género en el desarrollo: la reproducción, la producción y la gestión de la comunidad. Tradicionalmente el papel más valorado es aquel de la producción, que genera excedentes y es desempeñado por los hombre. Sin embargo, el papel de reproducción reservado a la mujer es invisible económicamente hablando. Estas diferencias de partida no han sido consideradas en ocasiones en la formulación de proyectos.
Al ser la mujer un importante aspecto a tener en cuenta en el ámbito del desarrollo y tomando en consideración la política en favor de la mejora de su situación, se juzga de gran importancia observar las consecuencias de un proyecto para mujeres y hombres de forma separada, con especial referencia a la satisfacción de sus necesidades.
Si bien se entiende el género como variable específica a tener en cuenta en cualquier proyecto de cooperación, en los últimos tiempos se ha optado por desarrollar una serie de planes específicos que intentan potenciar el papel de la mujer en los países receptores. Podemos estudiar la importancia de los proyectos de desarrollo relacionados con el género en el capítulo 4 de la obra El impacto económico y social de la cooperación para el desarrollo, en el que Manuel Iglesia-Caruncho analiza el impacto que tienen las políticas de cooperación en la mujer.
El autor nos dice que, si bien el desarrollo económico podría hacer prosperar la posición de la mujer, no es necesariamente de este modo automático siempre, sino que en la mejora intervienen de otros factores como la situación de partida o el acceso a recursos productivos o educativos, entre otros.
Para demostrar esta hipótesis Iglesia-Caruncho analiza datos extraídos del Índice de Desarrollo Humano y el Índice de Desarrollo Humano relativo al Género, con el fin de comparar los resultados de ambos índices, que deberían ser similares si el crecimiento del ingreso fuese en consonancia con la mejora relativa de la situación de todas las personas, independientemente del género. Sin embargo, en el análisis el autor encuentra diferencias notables en las dos escalas..
Pero si nos preguntamos por la relación entre la promoción de la mujer y el desarrollo humano parece que se presenta una evidencia: “el desarrollo humano aumentará si la mitad de la humanidad mejora su condición”, lo que engloba a la mujer como objetivo en sí mismo. Como ejemplo, Iglesia-Caruncho nos dice que su mayor acceso a la la educación primaria se relacionará, por ejemplo, con el nivel de alfabetización de la población y con la esperanza de vida.
En cuanto a la relación entre mejora de la situación de la mujer y crecimiento, el autor propone tres vías:
1.El mayor acceso de las mujeres a activos como la tierra, la formación,... deriva del incremento de su productividad.
2.Una mayor satisfacción de recursos sociales como agua, cuidado de niños,... faculta a las mujeres para un mayor acceso a la producción.
3.Un mayor acceso a la educación y formación, al crédito o a la tierra, así como determinadas inversiones sociales (guarderías, por ejemplo) permiten a las mujeres el acceso a la producción visible.
Una vez entendido esto, Iglesia-Caruncho afirma una triple función para a los programas de género y desarrollo: “cumplen con imperativos de dignidad y solidaridad humana, tienen un efecto social positivo y promueven el desarrollo económico”. Incluso organismos como el PNUD consideran que “las inversiones en la potenciación de la posición de la mujer son la manera más segura para contribuir al crecimiento económico y al desarrollo”, así como a la disminución de la pobreza. De ahí que sea tan importante la consideración de la mujer a la hora de elaborar determinado tipo de programas por parte de las entidades de cooperación.
Iglesia-Caruncho distingue entre dos tipos de actuaciones para influir en la situación de la mujer. Por una parte, aquellas dirigidas directamente a la mejora de la posición con el fin de mejorar su acceso a activos, potenciar su participación pública, apoyo a políticas en pro de potenciar el papel de las mujeres,... Por otro lado, las dirigidas a la mejora de servicios sociales básicos que aumentan el bienestar de la mujer como guarderías, salud, educación,...
Respecto a los problemas que se presentan a la hora de poner en marcha estos proyectos, Norad señala como mayor dificultad que en la mayoría de los que se han destinado directamente a las mujeres no se ha prestado suficiente atención a la división de las tres funciones en la sociedad (reproducción, producción y gestión) y se ha considerado a las mujeres, “bien como receptoras más o menos pasivas, o como recurso no explotado de la fuerza del trabajo”. Todo esto traería consecuencias negativas para ellas, ya que el resultado serían mayores cargas de trabajo y el menoscabo su papel social. De este modo, podemos encontrarnos con proyectos que inciden positivamente en el crecimiento, pero que tienen consecuencias negativas para la potenciación de la mujer.
Otros problemas viene dados por la exigua prioridad respecto a los programas de mejora de la situación de las mujeres o por la ausencia de políticas internas de los países en por de la mujer. Por esta razón, para llevar a cabo el proyecto debemos conocer adecuadamente a las personas afectadas por las acciones de desarrollo para que éste sea viable, pero también sus necesidades.
Al observar los problemas de la ayuda al desarrollo en la situación de la mujer Iglesia-Caruncho divide en dos el impacto:
1.Impacto directo de los programas de potenciación de género: El mayor avance se ha obtenido en el ámbito de la educación y la salud, así como en la mayor concienciación y sensibilización sobre su situación. Por la contra, respecto a la mejora real de sus oportunidades económicas y políticas, aún queda mucho camino por andar.
2.Impacto de las medidas de ajuste estructural: El autor nos llama la atención sobre la necesidad de reorientar los Programas de Ajuste Estructural para que tengan en cuenta las necesidades de la mujer, ya que, en general, estos nos proporcionan un balance negativo con consecuencias adversas para la mujer. Estos efectos tendrían que ver con la reducción de los servicios prestados por el sector público, “cuyos costes se trasladan así al trabajo “invisible” de las mujeres”.
Como vemos, aún queda mucho trabajo por hacer a la hora de integrar la perspectiva de género en los planes de desarrollo, bien desde una posición específica o como parte afectada del proyecto global.
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