El Gobierno de Tel Aviv se resiste a cumplir las exigencias de Washington
Mientras la presión de Washington por la política de asentamientos en Jerusalén este mantiene los ánimos encendidos y el Gobierno hebreo se resiste a mover ficha, la ultraderecha israelí ha lanzado una campaña contra Barack Obama, acusándolo de ser es un antisemita y un agente encubierto de los palestinos.
El pulso continúa, a pesar de que ambas partes nieguen la existencia de una crisis. Mientras EE.?UU. espera una respuesta oficial sobre la cancelación de nuevas viviendas judías en la mitad árabe, el ministro de Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, insistía ayer en la «totalmente irrazonable» exigencia.
Más duro aún fue el cuñado del primer ministro Benjamin Netanyahu. «Lamentablemente, hay un presidente antisemita en EE.?UU.», dijo Hagai Ben-Artzi. El Gobierno israelí se distanció de esas declaraciones, que podrían parecer anecdóticas. Pero lo cierto es que representan el sentir de los sectores más radicales de Israel, con influencia en varios partidos de la coalición gubernamental.
«¡Cuidado! Hay un agente de la OLP en la Casa Blanca», rezan centenares de carteles que están siendo repartidos por la derecha religiosa. Y el Yesha Council, que representa los intereses de los colonos, envió también ayer una carta de advertencia a la Casa Blanca subrayando: «Nunca dividiremos Jerusalén».
Mensajes de apoyo
Son los que más ruido hacen, pero su opinión no representa ni a todos los israelíes ni a todos los judíos. Y para demostrarlo, el lobby judío-americano moderado J. Street lanzó una campaña para respaldar la postura de Obama frente a Israel.
También lo hace el rey Abdalá de Jordania, uno de los líderes árabes más moderados, que acusó ayer a Israel de tratar de deshacerse de los palestinos en la parte oriental de Jerusalén. Mas conciliadora, la nueva jefa de la diplomacia europea, Chaterine Ashton, pedía al Gobierno hebreo «negociaciones serias». En Ramala, Lula da Silva visitó la tumba de Arafat y se mostró dispuesto a hablar con todas las partes, incluido Hamás.
En la ciudad vieja de Jerusalén, epicentro del problema, las vallas desaparecieron ayer por la mañana y la presencia policial se reducía hasta el número habitual. Mientras que en algunos lugares de Cisjordania se repetían los enfrentamientos entre palestinos y militares israelíes, la Explanada de las Mezquitas en la ciudad tres veces santa volvía a abrirse a los musulmanes y turistas. El área adyacente recuperaba una calma frágil después de cinco días crispados y una jornada, la del martes, en la que el fantasma de una tercera intifada pareció algo más cerca.
Fuente: La Voz
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