¿Corre Bélgica el riesgo de partirse en dos?

Las consecuencias políticas del ascenso de los nacionalistas de Flandes

El ascenso de la Nueva Alianza Flamenca, del historiador independentista Bart De Wever, al primer puesto de la política belga se ha descrito como un terremoto capaz de partir al país en dos. Y aunque los belgas no creen que el peligro sea inmediato, porque sus leyes lo impiden, sí tienen claro que su victoria ahondará las diferencias entre flamencos y valones

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No. Los partidarios de la secesión no superan el 10% de la población en Flandes y el 4% en Valonia. Pero los belgas llevan tanto tiempo conviviendo con ese riesgo que las generaciones actuales han acabado por asumir que se trata de una posibilidad factible en su horizonte vital. Hace dos años, y ante una crisis similar, los partidarios de la unidad organizaron una marcha en Bruselas que apenas convocó a 30.000 personas. La capital tiene 1,5 millones de habitantes, y las grandes urbes flamencas y valonas no están a más de una hora en coche.

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No hay muchas cosas que los enfrenten, pero sí multitud de asuntos que no los unen. Como la economía, boyante en Flandes y decadente en Valonia; o los medios de comunicación, la sanidad, la policía y el sistema educativo, que gestionan de forma separada. Pero, sobre todo, el sistema político. No hay partidos nacionales porque los ciudadanos no pueden votar a opciones distintas a las de su comunidad lingüística, así que las costuras de su convivencia quedan en manos de unas élites acostumbradas a defender los intereses de cada región, y no los del conjunto.

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El francés es oficial en Valonia y el neerlandés en Flandes, pero el estatus de cooficialidad solo se sigue en Bruselas. Y aunque la inmensa mayoría de los flamencos saben también francés porque es obligatorio en sus escuelas, son muy pocos los valones que conocen el neerlandés, tan solo opcional en las suyas.

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Los líderes flamencos que gobernaron el país en los últimos años (el liberal Guy Verhofstadt y el conservador Yves Leterme) prometieron reformar el Estado para aumentar las competencias de Flandes, una medida ampliamente demandada en su región pero denostada por los valones, que la obstaculizaron. De Wever no ha prometido nada muy diferente, pero ha sabido sembrar en el electorado flamenco la idea de que él sí lo logrará.


Fuente: La Voz


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