El presidente prorruso no ha esperado que pasarán ni siquiera los cien días de rigor para revocar los principales decretos emitidos por su antecesor, Víctor Yúschenko.
En apenas dos meses en el poder el presidente de Ucrania, Víctor Yanukóvich, ha enterrado por completo el legado europeísta y atlantista «naranja» y entregado el país a los brazos del vecino del norte, Rusia.
«Primero fue (el puerto de) Sebastópol. Después será (la península de) Crimea», denunció la ex primera ministra Yulia Timoshenko esta semana tras la ratificación del acuerdo que permitirá a la Flota rusa permanecer en Ucrania hasta el 2042.
Y es que el prorruso Yanukóvich no ha esperado que pasarán ni siquiera los cien días de rigor para revocar los principales decretos emitidos por su antecesor, Víctor Yúschenko, que ve ahora cómo Ucrania vuelve al redil ruso y se aleja a marchas forzadas de Occidente.
Yanukóvich comenzó primero dando marcha atrás a la concesión del título de héroe de Ucrania al nacionalista Stepan Bandera, que luchó por la independencia nacional durante la Segunda Guerra Mundial, pero que los prorrusos denuncian que colaboró con los nazis.
Seguidamente, negó que la matanza de millones de campesinos ucranianos en la hambruna (Holodomor en ucraniano) causada por la colectivización forzosa de la tierra lanzada por el Kremlin en el granero de Europa en los años 30 del siglo XX fuera un genocidio.
El «Holodomor» fue precisamente uno de los pilares de la Presidencia de Yúschenko, que intentó fortalecer la identidad nacional frente a las presiones rusas denunciando la política de exterminio de la nación ucraniana ideada por Stalin.
«Considerar el 'Holodomor' un genocidio de un pueblo es una injusticia, ya que fue una tragedia común» de todos los pueblos soviéticos, aseguró Yanukóvich durante su intervención ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa.
No obstante, lo que nadie se esperaba era que el nuevo líder ucraniano sellara con tamaña celeridad un acuerdo con el presidente ruso, Dmitri Medvédev, sobre la Flota del mar Negro, que debía abandonar el puerto de Sebastópol en el 2017.
El electorado prorruso que aupó a Yanukóvich a la Presidencia no quiere que la Flota rusa abandone Crimea, habitada mayoritariamente por ucranianos de origen ruso, pero la Constitución prohíbe expresamente la presencia de tropas extranjeras en territorio nacional.
Yanukóvich se escudó en que el convenio bilateral original se firmó antes de la promulgación de la nueva Constitución, en que la flota ucraniana es incapaz de garantizar la seguridad en la zona y en que Ucrania necesitaba un descuento del 30% en el gas ruso.
La estancia de la Flota rusa en Crimea se suma a la negativa de Yanukóvich de que Ucrania ingrese en la OTAN, otra de las principales líneas de la política exterior de Yúschenko.
La alianza GUAM, que incluye a Georgia Ucrania, Azerbaiyán y Moldavia, y fue creada para promover los valores euroatlánticos como alternativa a la postsoviética Comunidad de Estados Independientes (CEI), tampoco interesa a las nuevas autoridades.
El líder ucraniano también ha adelantado que promoverá el uso del ruso, al tratarse del idioma que utiliza la mayoría de la población en el Este del país, algo a lo que siempre se resistió Yúschenko, que defendió que la única lengua oficial es el ucraniano.
En el plano económico, las prisas también son la norma predominante, ya que la economía ucraniana, que aún no se ha recuperado de los embates de la crisis, necesita créditos con urgencia.
Ucranianos y rusos han acordado ya producir conjuntamente los famosos aviones Antónov, corporación estatal ucraniana que fabrica los mayores aparatos del mundo, y en breve comenzarán a negociar la fusión de las compañías gasísticas nacionales, el gigante ruso Gazprom y la ucraniana Naftogaz.
Rusia está interesada en invertir en la modernización de la red de gasoductos ucranianos para garantizar la seguridad del suministro a Europa, mientras Ucrania desea acceder a las reservas rusas de carburante.
Fuentes del Gobierno ruso precisaron que ambos gobiernos estudian diversos proyectos de cooperación en los sectores nuclear, que iría desde la construcción de centrales hasta la producción conjunta de combustible atómico, militar, aeroespacial, de transporte, entre otros.
El viernes el primer ministro ruso, Vladímir Putin, anunció la disposición de su país a conceder a Ucrania un crédito de 500 millones de dólares.
Según la prensa, el arquitecto de la política prorrusa es el primer ministro ucraniano, Nikolái Azárov, líder del oficialista Partido de las Regiones que nació en Rusia y emigró a Ucrania en 1994.
Por si fuera poco, Yanukóvich ha encargado al Gobierno que reforme la Constitución, lo que ha despertado temores entre los líderes «naranjas», que ya la modificaron en el 2004 para transformar a Ucrania en una república parlamentaria.
Yanukóvich, que denunció el doble rasero de Occidente con Kosovo, también ha insinuado que podría reconocer próximamente la independencia de las regiones separatistas georgianas de Abjasia y Osetia del Sur, proceso que fue iniciado por el Kremlin en agosto del 2008.
Fuente: La Voz
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