El pasado domingo, el electorado de la antigua república soviética de Bielorrusia acudia a las urnas para elegir a su presidente. Estas elecciones, son merecedoras de especial atención, porque para la mayoría de la población y la comunidad internacional, estas elecciones son poco limpias. La historia no es algo nuevo para los bielorrusos, ya que, ésta se repite desde hace varios años.
En julio de 1994, Bielorrusia se preparaba para sus segundas elecciones presidenciales, tras haber transcurrido tan solo cuatro años desde su independencia de la URSS. Como consecuencia de ello, el país había quedado herido de muerte, los grupos mafiosos proliferaban, el paro alcanzaba niveles históricos y su economía no acababa de despegar. Es en este contexto, donde emergerá la figura de Alexander Lukashenko, un joven granjero populista que brillaba por su habilidad con la retórica y sus propuestas, entre las que destacaban acabar con la corrupción y doblar los salarios mínimos. El pueblo, alentado por sus promesas, se lanzó en masa a votarle. Éste ganó las elecciones holgadamente, con un 45% en la primera vuelta y un 80% en la segunda.
En 1996, Lukashenko se quitó la piel de cordero y sacó el lobo que llevaba dentro. La oposición lo acosaba de constante "violación de la Constitución", y su respuesta fue convocar un Referéndum para extender su mandato de cuatro a siete años, que le daría derecho a disolver el Parlamento. Expulsó a sus rivales del mismo, acusándolos de desleales, y creó uno nuevo formado íntegramente por sus partidarios.
En las siguientes elecciones, las del 2001, Lukashenko, volvió a revalidar su mandato cosechando un éxito aplastante en las urnas. En el desarrollo de las mismas, los principales medios de comunicación estuvieron al servicio del régimen y la pegada de carteles estuvo restringida. Si a esto le sumamos, la escasa presencia de observadores nacionales independientes y la fuerte presencia de la policía, tanto en la organización del colegio electoral, como en el posterior recuento de votos, estamos hablando de una victoria más que discutida.
Al presidente bielorruso, poco le importó la presión y la opinión internacional, porque en el año 2006 volvió a hacer más de lo mismo, ahora ejerciendo una dura represión policial. El líder de los socialdemócratas, fue misteriosamente detenido y vapuleado por protestar ante la Asamblea del Pueblo Bielorruso por los indicios de abusos gubernamentales.
Es curiosos como, a pesar de no permitir la pluralidad de opinioness, el pueblo no reacciona. Según el profesor, Carlos Taibo, experto en Rusia y Europa del Este, " los bielorrusos se han acogido a aquello de más vale lo bueno conocido, que lo malo por conoce. Esto unido a la decepción de la revolución naranja, al apoyo de Rusia y, sobre todo, a los buenos resultados económicos (en comparación con los países vecinos) explican parte del éxito". En este último aspecto Lukashenko puede alabarse, ya que el PIB del país no ha dejado de crecer (incluso en plena crisis) durante los últimos 12 años.
Las elecciones celebradas el pasado domingo, han seguido la misma línea. Unas 30.000 personas intentaron asaltar la sede del gobierno, ante la previsible reelección de Lukashenko. Sufrieron una fuerte represión policial, que acabó con numerosos heridos y más de 600 detenidos, entre ellos, siete de los nueve candidatos opositores. Una de ellas fue el poeta de 64 años Vladímir Nekliáev, candidato opositor, quien resultó herido y debió ser ingresado en un hospital.
Según su mujer, durante la noche agentes vestidos de paisano se lo llevaron de la habitación. Una suerte similar corrió otro de los candidatos, Alexander Mihalevic.
El presidente reelecto, Alexander Lukashenko, se defendió de las acusaciones de autoritarismo y fraude electoral y acusó a los opositores de atentar contra la seguridad del país. "Sólo necesitamos siete minutos y medio para defender el país y su futuro. Recibieron lo que buscaban", aseguró el mandatario en referencia al tiempo que tardó el ejército y el KGB bielorruso en repeler el asalto.
El líder dijo estar dispuesto a cargar con la "pesada cruz" de la presidencia durante cinco años más, prometió castigos para los responsables de las manifestaciones, y anunció exigencias más severas a los medios de comunicación y nueva legislación más restrictiva para el Internet. Las páginas de la red críticas para el régimen fueron inaccesibles durante parte de la jornada electoral, al igual que varias redes sociales y servidores de correo electrónico. "Perfeccionaremos el modelo de Bielorrusia, no lo destruiremos", recalcó Lukashenko, que fue aplaudido por los funcionarios invitados a su conferencia de prensa.
Durante las semanas previas a los comicios, los observadores internacionales habían mostrado ciertos optimismo ante lo que consideraron síntomas de aperturismo democrático.
El número de candidatos –nueve- fue el mayor desde que Lukashenko llegó al poder hace 16 años y durante la campaña se les adjudicaron espacios en los medios de comunicación estatales. Sin embargo, según el recuento provisional, los resultados no distaron mucho de los obtenidos en ocasiones anteriores.
Mientras que el segundo candidato más votado apenas alcanzó el 2,5% de los sufragios, Lukashenko rozó el 80% y, de confirmarse estas cifras, seguirá gobernando Bielorrusia hasta 2016.
Observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) denunciaron que "más de la mitad de las papeletas fueron escrutadas mal o muy mal. Estas elecciones fracasaron a la hora de dar a Bielorrusia el nuevo comienzo que necesitaba. El escrutinio de los votos careció de transparencia. El pueblo bielorruso merece algo mejor" , afirmó Tony Lloyd, jefe de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE.
El organismo dependiente de Naciones Unidas también criticó la represión contra las protestas de la oposición de este domingo.
En cambio, Dmitri Medvédev, presidente de Rusia –el principal aliado político y socio comercial de Bielorrusia- se abstuvo de comentar esos acontecimientos. "Las elecciones en Bielorrusia son un asunto interno de Bielorrusia. Lo que allí ocurre es, al fin y al cabo, un asunto interno de un Estado independiente", apuntó Medvédev.
Aunque carente de recursos naturales importantes, este país de poco más de diez millones de habitantes, encajado entre Polonia, las Repúblicas Bálticas, Rusia y Ucrania, es de suma importancia estratégica para Moscú ya que está atravesado por una de las principales rutas de exportación de gas ruso a Europa occidental.
Según los analistas, el 80% de la economía bielorrusa se mantiene bajo control estatal, en un sistema que evolucionó poco desde los tiempos de la Unión Soviética.
Venezuela es uno de los principales socios del país europeo en América Latina y el presidente Hugo Chávez fue uno de los primeros en enviar sus felicitaciones a Alexander Lukashenko.
Esperemos pues que el pueblo bielorruso reaccione, y sea capaz de disfrutar plenamente de una democracia, y ello pasa por hacerle frente a la represión, en muchos casos encubierta, de la que es objeto la población.
Fuentes:
http://www.elpais.com/articulo/internacional
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias
http://www.elpatibulo.es/2010/11/15/la-dictadura-en-bielorrusia/
En julio de 1994, Bielorrusia se preparaba para sus segundas elecciones presidenciales, tras haber transcurrido tan solo cuatro años desde su independencia de la URSS. Como consecuencia de ello, el país había quedado herido de muerte, los grupos mafiosos proliferaban, el paro alcanzaba niveles históricos y su economía no acababa de despegar. Es en este contexto, donde emergerá la figura de Alexander Lukashenko, un joven granjero populista que brillaba por su habilidad con la retórica y sus propuestas, entre las que destacaban acabar con la corrupción y doblar los salarios mínimos. El pueblo, alentado por sus promesas, se lanzó en masa a votarle. Éste ganó las elecciones holgadamente, con un 45% en la primera vuelta y un 80% en la segunda.
En 1996, Lukashenko se quitó la piel de cordero y sacó el lobo que llevaba dentro. La oposición lo acosaba de constante "violación de la Constitución", y su respuesta fue convocar un Referéndum para extender su mandato de cuatro a siete años, que le daría derecho a disolver el Parlamento. Expulsó a sus rivales del mismo, acusándolos de desleales, y creó uno nuevo formado íntegramente por sus partidarios.
En las siguientes elecciones, las del 2001, Lukashenko, volvió a revalidar su mandato cosechando un éxito aplastante en las urnas. En el desarrollo de las mismas, los principales medios de comunicación estuvieron al servicio del régimen y la pegada de carteles estuvo restringida. Si a esto le sumamos, la escasa presencia de observadores nacionales independientes y la fuerte presencia de la policía, tanto en la organización del colegio electoral, como en el posterior recuento de votos, estamos hablando de una victoria más que discutida.
Al presidente bielorruso, poco le importó la presión y la opinión internacional, porque en el año 2006 volvió a hacer más de lo mismo, ahora ejerciendo una dura represión policial. El líder de los socialdemócratas, fue misteriosamente detenido y vapuleado por protestar ante la Asamblea del Pueblo Bielorruso por los indicios de abusos gubernamentales.
Es curiosos como, a pesar de no permitir la pluralidad de opinioness, el pueblo no reacciona. Según el profesor, Carlos Taibo, experto en Rusia y Europa del Este, " los bielorrusos se han acogido a aquello de más vale lo bueno conocido, que lo malo por conoce. Esto unido a la decepción de la revolución naranja, al apoyo de Rusia y, sobre todo, a los buenos resultados económicos (en comparación con los países vecinos) explican parte del éxito". En este último aspecto Lukashenko puede alabarse, ya que el PIB del país no ha dejado de crecer (incluso en plena crisis) durante los últimos 12 años.
Las elecciones celebradas el pasado domingo, han seguido la misma línea. Unas 30.000 personas intentaron asaltar la sede del gobierno, ante la previsible reelección de Lukashenko. Sufrieron una fuerte represión policial, que acabó con numerosos heridos y más de 600 detenidos, entre ellos, siete de los nueve candidatos opositores. Una de ellas fue el poeta de 64 años Vladímir Nekliáev, candidato opositor, quien resultó herido y debió ser ingresado en un hospital.
Según su mujer, durante la noche agentes vestidos de paisano se lo llevaron de la habitación. Una suerte similar corrió otro de los candidatos, Alexander Mihalevic.
El presidente reelecto, Alexander Lukashenko, se defendió de las acusaciones de autoritarismo y fraude electoral y acusó a los opositores de atentar contra la seguridad del país. "Sólo necesitamos siete minutos y medio para defender el país y su futuro. Recibieron lo que buscaban", aseguró el mandatario en referencia al tiempo que tardó el ejército y el KGB bielorruso en repeler el asalto.
El líder dijo estar dispuesto a cargar con la "pesada cruz" de la presidencia durante cinco años más, prometió castigos para los responsables de las manifestaciones, y anunció exigencias más severas a los medios de comunicación y nueva legislación más restrictiva para el Internet. Las páginas de la red críticas para el régimen fueron inaccesibles durante parte de la jornada electoral, al igual que varias redes sociales y servidores de correo electrónico. "Perfeccionaremos el modelo de Bielorrusia, no lo destruiremos", recalcó Lukashenko, que fue aplaudido por los funcionarios invitados a su conferencia de prensa.
Durante las semanas previas a los comicios, los observadores internacionales habían mostrado ciertos optimismo ante lo que consideraron síntomas de aperturismo democrático.
El número de candidatos –nueve- fue el mayor desde que Lukashenko llegó al poder hace 16 años y durante la campaña se les adjudicaron espacios en los medios de comunicación estatales. Sin embargo, según el recuento provisional, los resultados no distaron mucho de los obtenidos en ocasiones anteriores.
Mientras que el segundo candidato más votado apenas alcanzó el 2,5% de los sufragios, Lukashenko rozó el 80% y, de confirmarse estas cifras, seguirá gobernando Bielorrusia hasta 2016.
Observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) denunciaron que "más de la mitad de las papeletas fueron escrutadas mal o muy mal. Estas elecciones fracasaron a la hora de dar a Bielorrusia el nuevo comienzo que necesitaba. El escrutinio de los votos careció de transparencia. El pueblo bielorruso merece algo mejor" , afirmó Tony Lloyd, jefe de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE.
El organismo dependiente de Naciones Unidas también criticó la represión contra las protestas de la oposición de este domingo.
En cambio, Dmitri Medvédev, presidente de Rusia –el principal aliado político y socio comercial de Bielorrusia- se abstuvo de comentar esos acontecimientos. "Las elecciones en Bielorrusia son un asunto interno de Bielorrusia. Lo que allí ocurre es, al fin y al cabo, un asunto interno de un Estado independiente", apuntó Medvédev.
Aunque carente de recursos naturales importantes, este país de poco más de diez millones de habitantes, encajado entre Polonia, las Repúblicas Bálticas, Rusia y Ucrania, es de suma importancia estratégica para Moscú ya que está atravesado por una de las principales rutas de exportación de gas ruso a Europa occidental.
Según los analistas, el 80% de la economía bielorrusa se mantiene bajo control estatal, en un sistema que evolucionó poco desde los tiempos de la Unión Soviética.
Venezuela es uno de los principales socios del país europeo en América Latina y el presidente Hugo Chávez fue uno de los primeros en enviar sus felicitaciones a Alexander Lukashenko.
Esperemos pues que el pueblo bielorruso reaccione, y sea capaz de disfrutar plenamente de una democracia, y ello pasa por hacerle frente a la represión, en muchos casos encubierta, de la que es objeto la población.
Fuentes:
http://www.elpais.com/articulo/internacional
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias
http://www.elpatibulo.es/2010/11/15/la-dictadura-en-bielorrusia/
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