El desarrollo humano nace como paradigma a principios de los noventa de la mano del indio Amartya Sen en colaboración con el pakistaní Mahbub ul-Haq, que consideran que el desarrollo debe centrarse en las personas. Cuestiones hasta ese momento relegadas a un segundo plano o ignoradas (el empoderamiento, el acceso a la educación, la sanidad) son ahora considerados elementos indispensables para realizarnos como personas libres y forjar nuestro propio destino.
Para comprobar el nivel de desarrollo humano en el mundo, el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) elabora un Informe de Desarrollo Humano anual en donde se recoge la evolución de cada país -cuyos datos son proporcionados por los mismo-. Para su análisis se calcula el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que mide el logro promedio de un país o región. El IDH considera que el desarrollo de un país no debe medirse únicamente en función de los ingresos nacionales sino que debe incluir otros indicadores como la esperanza de vida y la alfabetización; en el informe de este año han incluidos tres nuevos indicadores: la desigualdad multidimensional, la equidad de género y la pobreza.
Otro de los conceptos utilizados es el de Desarrollo Humano Sostenible, que se define como "la ampliación de las opciones y capacidades de los individuos a través de la formación del capital humano y social para suplir de la forma más equitativa posible las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras". Según este informe, el desarrollo que promueve un crecimiento económico excesivamente rápido suele no ser sostenible. La economía de mercado es necesaria pero no suficiente.
En este informe se pone de manifiesto que los países pobres se van acercando al IDH de los países ricos, pero no todos avanzan con la misma celeridad. Desde 1970 a 2010, sólo tres países han empeorado su IDH: República Democrática del Congo, Zambia y Zimbabwue. Son, por tanto, los países africanos, sobre todo los del África Subsahariana, los que presentan los niveles más bajos de desarrollo humano, así como los países de la antigua Unión Soviética. Los motivos se encuentran en las enfermedades que asolan esas regiones -como es el sida-, o la elevada mortalidad que se da en esos países, así como a los elevados índices de desigualdad sobre todo en cuestiones de género.
Entre los países que más han evolucionado en estos años se encuentran China, Indonesia y Corea del Sur que han experimentado un gran crecimiento económico. Nepal, Omán y Túnez son los que más han progresado en las dimensiones no relacionadas con el ingreso nacional viendo así incrementado su IDH.
La conclusión del informe es que, desde 1999 (año en el que se realizó el primer informe), el IDH mundial promedio ha aumentado un 18% (41% desde 1970) lo que refleja el progreso obtenido en cuanto a esperanza de vida y alfabetización; por lo que, en general, hoy las personas somos más saludables, estamos mejor educadas y somos más ricas que antes, y ello nos permite tener una mayor capacidad para elegir a los líderes y exigirles responsabilidades por sus actos. Sin embargo, la variabilidad y volatilidad es muy aguda en algunos casos.
Los avances no son automáticos, es necesaria voluntad política y compromiso de la comunidad internacional para poder logarlos.
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